Perspectiva haitiana de la Batalla de Azua en 1844

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SANTO DOMINGO.- Este martes 19 de marzo se cumplen 180 años de la Batalla de Azua (también llamada Batalla del 19 de marzo) que fue el primer gran combate en defensa de la recién forjada República Dominicana en contra el ejército haitiano.

En una trifulca desigual, donde unos 1,800 hombres dominicanos, le hicieron frente a 10,000 invasores haitianos que buscaban hacerse con el recién obtenido triunfo. “Todos las probabilidades de triunfo estaban de parte del enemigo, que superior en número, se presentó por tres puntos, por el camino de San Juan, por Los Conucos y por el lado del Barro”, relata Francisco Elpidio Beras en su artículo “Batallas de marzo”.

Los dominicanos se impusieron con la victoria y los haitianos se vieron en la obligación de retirarse derrotados.

Según Thomas Madiou, en el libro “Historia de Haití” (Histoire D’Haiti), «los haitianos se movieron el 19 de marzo, el mismo día de su llegada, para penetrar en la ciudad. Eran diez mil hombres. Fueron recibidos a cañonazos con metralla y obligados a replegarse, batiéndose en retirada un poco desordenadamente”.

Madiou narra que los dominicanos se lanzaron contra los invasores con sus raros fusiles.

“Nuestras tropas perdieron una cincuentena de hombres entre muertos y heridos, oficiales subalternos y soldados, entre otros el coronel Vincent, muerto heroicamente a la cabeza de su regimiento, y el coronel Jena Gilles, gravemente herido”.

Dorvelas-Dorval, oficial del ejército haitiano, contó que el presidente “había marchado hasta aquí sin encontrar obstáculos; el general Riche estaba en la retaguardia. Su vanguardia, mandada por el general Thomas Héctor, desembarcado por Azua, el 19, al despuntar el día”.

Dorval narra cómo las tropas haitianas penetraron en el territorio dominicano por distintos puntos para la que sería la primera batalla del general Pedro Santana dirigiendo operaciones militares.

Según el relato del oficial del ejército haitiano “imprudentemente descubierta en su marcha, la columna (de soldados) penetra con confianza hasta la puerta oeste. Todo está en silencio en la villa. Thomas Héctor, demasiado impetuoso, ordena el paso de carga, y la columna se cierra en masa; pero es súbitamente ametrallada a quemarropa, por una pieza de grueso calibre disimulada. El coronel Therlonge hace abrir las filas, y la metralla no encontrando más que el vacío, rebota en la tierra levantando nubes de polvo. Nuestra ala derecha se diezma bajo una viva descarga, a través del bosque”.

Este ataque tuvo una respuesta igual de violenta de parte del bando dominicano que ametrallaron contra los invasores.

“Pero, ametrallados a su vez, en las inmediaciones del viejo convento, se repliegan en desorden, y sus dos coroneles caen, atravesados por el plomo. Aquí, es Alexandre, capitán de los cazadores de la guardia, quien, con una bala en cada muslo, grita todavía a los soldados: «Coraje, hijos míos», continua Dorval.

“Nuestra pérdida fue de treinta hombres muertos y de numerosos heridos. Este falso ataque fue obra del error. Creíamos al general Souffront en posición; y no salimos de la equivocación, sino cuando no escuchamos ningún fuego de cañón apoyar el nuestro”.

Dorval concluye diciendo que “convencido de la imposibilidad de ocupar la plaza con tan poca fuerza y sin artillería, el Presidente hizo tocar la retirada”.

Partieron del campo de batalla dejando a sus muertos en el terreno y cargando con los heridos.

Beras, asegura que fue “el esfuerzo común, con el anhelo general de vencer, y ese esfuerzo y ese anhelo, hicieron que la victoria fuera esplendida”.

Francisco Soñé, el teniente José del Carmen García, Ansito Duverge, Feliciano Martinez, Manuel Mora, Juan Esteban Ceara, José Léger, Vicente Nobles, Matías de Vargas, Nicolás Mañón, Marco de Medina fueron algunos de los oficiales que lideraron a los 800 de los 1,800 que participaron en este enfrentamiento por mantener la patria.

“En un campo de guerra que no estaba fortificado por la naturaleza, ni podía el anteponerlo en condiciones favorables por falta de medios para hacerlo, teniendo en consecuencia que disponerse la formación de las tropas en batalla como lo indicaba en cada caso la disposición conveniente para combatir a pie firme”.



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