Cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, una iniciativa para elevar la concienciación sobre la importancia de cuidar los ecosistemas, mejorar las prácticas medioambientales y, en definitiva, preservar la salud del planeta para las próximas generaciones.
La conmemoración cobra especial relevancia en un contexto climático cada vez más complejo, cuando los eventos meteorológicos extremos suceden con mayor frecuencia e intensidad, avivados por el cambio climático.
La crisis climática nos hace un llamado de atención sobre el uso (y abuso) de los recursos naturales y sobre el cuidado de los ecosistemas de nuestro entorno en todas las actividades humanas, incluyendo la producción de alimentos. En juego está la sostenibilidad; sin ella, ni el campo ni la agricultura tendrán futuro.
En ese sentido, la integración de nuevas tecnologías en la agricultura y en la conservación de recursos naturales surge como un gran aliado para conseguir el triple objetivo de promover el desarrollo rural, fortalecer la seguridad alimentaria y proteger el medio ambiente.
La agricultura digital o de precisión permite medir e interpretar datos sobre el tipo de suelo, el clima y el agua, entre otras variables determinantes para la producción agropecuaria. A través de sistemas de GPS, sensores y drones se genera información para hacer una mejor gestión de la producción. El uso adecuado de esta tecnología permite racionalizar el consumo de agua, tierra, fertilizantes y mejora la planificación de las cosechas, reduciendo significativamente costos de producción y potenciales pérdidas.
Utilizada de forma inteligente, permite mejorar los rendimientos de los cultivos y reducir presiones sobre los ecosistemas.
Contar con información precisa sobre las características de los terrenos facilita la implementación de sistemas agroforestales y silvopastoriles en los que conviven varias actividades, como agricultura, ganadería, árboles frutales y árboles madereros. En contraste con el monocultivo, estos sistemas diversifican las fuentes de ingresos de los productores y favorecen la preservación de los suelos. La información meteorológica se utiliza para planificar mejor las labores de siembra y cosecha, así como para diseñar sistemas de riego de precisión, que optimizan el uso de un recurso tan preciado como el agua. Con la agricultura digital habrá terrenos más eficientes y se hará un mejor uso de recursos naturales e insumos. Al producir de forma más eficiente y diversificada en la misma superficie, se reduce la presión de deforestación de bosques para uso agrario.
Otro mecanismo de conservación ambiental que se puede perfeccionar con las nuevas tecnologías es el pago por servicios ambientales. Estos programas conceden incentivos económicos a los propietarios de tierras que conservan o recuperan un ecosistema natural. Se parte de la premisa de que estos propietarios proveen servicios ambientales que benefician a la sociedad, como la mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero, la protección del agua y de la biodiversidad. En actuaciones de este tipo, las nuevas tecnologías se emplean en mecanismos de producción mixta como los sistemas agroforestales y, especialmente, en tareas de seguimiento y monitoreo en zonas de difícil acceso, lo que permite expandir el área de alcance de los programas. Con estas tecnologías se pueden crear nuevos mecanismos de pago al promover sistemas productivos más sostenibles, además de colocar bonos de carbono en mercados más sofisticados dispuestos a pagar una prima.
El incremento de la productividad de la tierra y la conservación de los ecosistemas redundará en una mayor disponibilidad de alimentos nutritivos para la población. Esto es especialmente importante en América Latina y el Caribe, la región del mundo donde una alimentación sana es más costosa ($4.08 por persona por día), y en la que no pueden permitirse una dieta saludable 133 millones de personas, lo que representa un 22.7% de la población.
Pese a producir un tercio de los alimentos en el mundo, los productores en pequeña escala solamente reciben un 0.8% de la financiación utilizada para luchar contra el cambio climático. Esto quiere decir que hay un gran potencial para aumentar la financiación climática hacia pequeños productores.
En el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) de Naciones Unidas financiamos proyectos de desarrollo rural que promueven prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente. Lo hacemos de la mano de los gobiernos y de las propias comunidades, dando apoyo técnico desde el diseño hasta la finalización de los proyectos.
CARTERA ACTUAL
La cartera actual del FIDA en América Latina y el Caribe supera los $1,600 millones y responde a la demanda de los gobiernos y a las necesidades en el territorio rural, con especial consideración de los beneficios que el manejo sostenible de los recursos naturales pueden brindar al planeta. El FIDA invierte en República Dominicana desde 1980, donde ha participado en proyectos por un monto superior a $300 millones, incluyendo recursos propios y movilizados, que han impactado positivamente a más de medio millón de personas.
Con una presencia global, somos testigos de los estragos causados por el cambio climático en los pequeños productores, pero también de su rol crucial como guardianes de los ecosistemas y como productores de alimentos.
En este Día Mundial del Medio Ambiente, recordemos que la innovación y la inversión en los pequeños productores son grandes aliados para lograr un futuro sostenible, en el que las comunidades rurales mejoren su calidad de vida, se facilite el acceso a una alimentación nutritiva y se proteja el entorno natural.
El autor es René Castro, Director País del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) para República Dominicana.